martes, 4 de marzo de 2008

Yo 1/2



Alguna culturas ancestrales sostenían la hipótesis de la reencarmación del alma humana; y que en ciertas reencarnaciones, nos dividimos. Así como los cristales y las estrellas, así como las células y las plantas; también nuestras almas se dividen.

Nuestra alma se transforma en dos, estas nuevas almas se transforman en otras dos, y así en algunas generaciones, estamos esparcidos por buena parte de la Tierra.

Somos parte de lo que algunos filósofos sostienen es el "Gaia", o sea la concepción de la Tierra como un organismo y de quienes lo habitan como parte de un Todo. Por lo cual, la energía esencial o alma, siempre continua un ciclo sin fin de vida y muerte, varias veces [hasta que la Tierra desaparezca, y eso según la Ciencia será en 7,600 millones de años, antes de que sea achicharrada y engullida por el Sol]; lo cual explicaría que en la Naturaleza los ritmos se definen por la aparición de dualidades opuestas.

Y volviéndo al tema, a ese reencuentro de un alma con su Otra Parte, se llama "Amor". Porque cuando un alma se divide, siempre se divide en una parte masculina y una femenina [llámese también Ying Yang, o fuerzas fundamentales opuestas pero complementarias]. En cada vida, tenemos una misteriosa obligación de reencontrar por lo menos, una de esas otras partes de nuestra alma.

¿Y Cómo es posible reconocer a la Otra Parte?

Es posible conocer a la Otra Parte por el brillo en los ojos: esa, es la tradición del Sol; así, desde el inicio de los tiempos, las personas reconocían a su verdadero amor. Según la tradición de la Luna, existe otro procedimiento: un tipo de visión que mostraba un punto luminoso situado encima del hombro izquierdo de la Otra Parte.

Corriendo el riesgo del fracaso, de las decepciones, de las desilusiones, pero nunca dejando de buscar el Amor. Muchos se dividen, pero también pocos se reencuentran; quién no desista de la búsqueda, vencerá.

"Somos responsables de reunir nuevamente, a la Otra Parte que se cruzará en nuestro camino".

Aunque sea por unos instantes siquiera; porque esos instantes traen un amor tan intenso que justifica el resto de nuestros días. También podemos dejar que nuestra Otra Parte siga adelante, sin aceptarla o siquiera percibirla. Entonces necesitaremos más de una encarnación para encontrarnos con ella.

Y, por causa de nuestro egoísmo, seremos condenados al peor suplicio que hemos inventado para nosotros mismos:
¡La soledad!

2 comentarios:

Astartea dijo...

Creo que mi condena empezó ya...

O en verdad esa persona no era mi otra mitad y tengo que empezar la búsqueda de nuevo =(

Espero que sea lo primero, que ya estoy condenada a la soledad por mi simple egoísmo....

Saludos Zeffe

Maestro Karnicero dijo...

Está muy interesante, yo creo que tienes razín en varios aspectos filosóficos que...

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